Como Jardiel, «me río de todo porque todo es risible». Veo al portero Courtois en una foto con el pulgar en alto, la pierna entera vendada (se ha roto el ligamento cruzado) y una sonrisa. Quizá alguien en el Madrid se pregunte de qué se ... ríe el muy cipote. Cielos, que puede acabar De Gea en el equipo, como Carla Toscano otra vez en el Congreso tras la renuncia de Espinosa y de Steegmann.
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El otro día, Megyn Kelly, una de esas comentaristas conservadoras e iracundas, ponía como hoja de perejil a la activista pelma Megan Rapinoe. La futbolista estadounidense, después de fallar su penalti y de que su selección fuera eliminada del Mundial, fue fotografiada riéndose. Acabáramos. Como diría Aznar, ¿quién es la DGT para decirme cuánto puedo beber? O sea, cuándo puedo reír. Truman sonrió mientras grababa la declaración de que había soltado la bomba atómica en Hiroshima. ¿Que si puede haber poesía después de Auschwitz? Y risas después de Hiroshima.
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