En el aeropuerto de Dunedin (Nueva Zelanda) hay un cartel donde se pide que los abrazos duren un máximo de tres minutos. Para lo demás, Mastercard. Para abrazos más largos, el aparcamiento. Es para descongestionar las zonas de llegadas y salidas. Además, el director general ... del aeropuerto ha citado un estudio que indica que abrazarse durante veinte segundos es suficiente para obtener una explosión de oxitocina. Venga, no hay un tiempo para las despedidas como no hay un tiempo para un duelo.

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En 'Te vi marchar' (errata naturae) Robert Richardson cuenta cómo Thoreau, Emerson y Henry James confrontaron el duelo tras la pérdida de sus seres queridos y así cambiaron el rumbo de la filosofía y la psicología modernas. En esto de despedidas, me quedo con el final de 'Recuerda', cuando Ingrid Bergman y Gregory Peck se besan apasionadamente en la estación. Y se van juntos al tren. Hay que abrazarse y besarse más. Pero sin dar por saco a los demás.

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