Un primer ministro laborista lo encargó (Gordon Brown), un primer ministro laborista (Keir Starmer) lo ha quitado. El retrato de Margaret Thatcher en el 10 de Downing Street, pintado por Richard Stone. A Starmer le parecía «inquietante», como si el premier fuera la apocada y ... nueva señora De Winter frente al retrato de Rebeca en Manderley. En 2013, dos días después de la muerte de Thatcher, la diputada Glenda Jackson lamentó en el parlamento británico el «extraordinario daño humano» que el thatcherismo había provocado. «¡Qué vergüenza!». «¡Siéntate!», le gritaban. Tiempo después, la actriz dijo que la reacción era previsible y, por tanto, fácil de ignorar. Lo de ahora, que alguien se queje de la retirada del retrato, también. La polarización política es la misma que aquí o en Estados Unidos. Y qué corto resulta ya el alcance de la memoria histórica, el catálogo de los símbolos del pasado que hay que descolgar. O colgar de un árbol, no sé.
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