En su 'Paradoxe sur le comédien', Diderot acuñó el término 'L'esprit de l'escalier'. Eso ingenioso que se te ocurre cuando ya es tarde, cuando has dejado la conversación, cuando ha acabado el acto en el que participabas. Cuando ya no sirve de nada, ... se te ocurre la réplica adecuada (en una comedia de Wilde o en una serie de Sorkin eso no pasa). Rousseau reconoció sus pifias sociales y se consideraba mejor conversando por correo. En el espíritu o, mejor, en el ingenio de la escalera hay una parte de arrepentimiento.
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Desde el martes, el espíritu de la escalera es otra cosa. Es esa Alejandra Blázquez, la de protocolo de Ayuso, no dejando subir a la tribuna a Bolaños y un propio al lado que decía: «El ministro tiene que subir, el ministro tiene que subir». Sonaba como en 'Campo de sueños': «Si lo construyes vendrán». Aquí da igual lo que es, lo importante es lo que le parece a cada uno y en qué bando está de la farsa. ¿Habrá alguien arrepentido?
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