Lo que le ha pasado a Gisèle Pelicot es tan inconcebible que cualquier condena se queda corta. Y eso de que se ha condenado a la cultura de la violación no deja de ser una afirmación grandilocuente. Aunque convenga poner más espejos que en ' ... La dama de Shanghái'. A muchas mujeres las han violado repetidamente, casi siempre conscientes, secuestradas o no, durante un tiempo.
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Aquí no se trata de las veces que te violan. Se trata de que es tu marido el que da acceso y lo favorece. Y se trata de hombres que no se plantean que lo que hacen no es ni medio pasable. De hombres corrientes. Frente a ellos. Debajo de ellos, una mujer excepcional como víctima que no deja de ser una mujer corriente. Solo que lo corriente no es lo mismo para hombres que para mujeres en cualquier sociedad humana. Sociedades en las que se trivializan las agresiones sexuales. Y es una mujer con la gran suerte de que sobre su violación no se haya podido plantear ni una duda.
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