Contaba Elvira de Hidalgo, profesora en el Conservatorio de Atenas, que una mañana apareció una joven. «La simple idea de que quisiera convertirse en cantante era motivo de risa. Alta, gorda, la cara llena de granos, gafas gruesas». Pero María Callas cantó y Elvira se ... quedó estupefacta. Luego cambiaría el curso de la ópera imponiendo una era con su técnica, su estilo, su forma de interpretar y descubrir matices en personajes habituales o rescatando repertorio olvidado.

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Su extensión vocal borró fronteras en las tesituras y lo mismo cantaba una Brunilda que una Elvira. Fue una soprano dramática de agilidad cuyo registro abarcaba del do grave al mi sobreagudo. Y, además, una estrella. Y una diva. «Nadie ha cantado 'Norma' como yo». Era cierto. Aunque perdiera la voz. Decía Pemán que hay dos cosas que le gustan a casi todos los hombres y casi ninguno confiesa: la ópera italiana y las mujeres gordas. Y la Callas. Gorda o con 40 kilos menos.

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