Desde la inferioridad moral que me da gritar en la radio todos los días antes de las ocho, me ha impactado la ministra Redondo. No tanto como para levantarme a aplaudir como los diputados socialistas, pero vaya. Luego ella fue a disculparse con el diputado ... popular Jaime de los Santos. Los aplaudidores, no.
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No sabe una con quién quedarse, si con Jaime de los Santos o con Ana Redondo. Él ha cambiado los escotes por un traje para entrar en la Antigualla Blindada y soltó un batiburrillo como en su día Dolors Montserrat a Carmen Calvo tratando de colocar comprimidos los grandes éxitos de Federico Jiménez Losantos en aquel momento. Waterloo, la dacha de Galapagar, las herriko tabernas, las putas que Delgado reía a Villarejo… Un aturullamiento ridículo. Como el de don Jaime. Pero no recibió una respuesta enloquecida como la de Redondo: «¡No se puede, no se puede, no se puede…mezclar!». Escrito no se describe semejante calentura. ¡Vergüenzaaa!
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