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A mí Pepe Álvarez siempre me da la impresión de estar contándose un chiste a sí mismo, alguna broma mental que repite en su cabeza y que le divierte porque aparece por la puerta jovial y con las cejas alzadas con ese aire granuja de ... los niños que guardan algún secreto. He coincidido con él en varias comparecencias y me da esa sensación; cosas mías, igual que cuando entraba Pedro Sanz con esa forma de mirar suya, como sopesando si entre los presentes habría gente orquestando alguna conspiración contra él.
Entra Álvarez a la rueda de prensa tan risueño y suelta que los funcionarios deben trabajar cuatro días a la semana y que «están muy mal pagados en comparación con el sector privado». Luego el secretario general de UGT sigue su ruta por España proclamando estas ideas porque ya acaba de explicar Felipe González que «en democracia, la verdad es lo que los ciudadanos creen que es verdad». Lo releo y me dan escalofríos.
El alcalde socialista de Nájera Jonás Olarte dijo que lo que pedía Álvarez era una aberración y se dio de baja de la UGT. Hay que reconocerle su valentía, porque muchos funcionarios, sindicalistas y representantes públicos no se atreven a ejercerla para no meterse en líos aunque digan en privado lo mismo que expresó Olarte. Cualquiera que sepa cómo va España o que haya tenido que hacer algún trámite reciente en la Administración entenderá que lo de UGT es una insensatez. Pero yo soy muy aficionado a los hundimientos, y si vamos de una vez hacia un estado fallido que sea con jolgorio y cachondeo como cuando cayó Roma, que en los tiempos finales del Imperio el calendario tenía más días festivos que laborables.
Pepe Álvarez volverá pronto a dar un mitin. Exigirá la semana de cuatro días para los funcionarios y repetirá de nuevo que los empleados públicos están peor pagados que los del sector privado. Antes de pregonarlo ante el micrófono le vendría bien saber cómo viven los operarios que le han montado el escenario, los técnicos de sonido y los de iluminación, o la mayoría de los periodistas que apuntan sus palabras en una libreta.
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