Después de un mes bajo el rigor de unas medidas severas, aplicadas para tratar de controlar la difusión del COVID, La Rioja se asoma a otra etapa de este exigente tour de force con una nueva herramienta de la que el Gobierno autonómico se dota ... para tratar de alcanzar el equilibrio entre las exigencias sanitarias que impone la pandemia y la progresiva normalización social y de la actividad económica. El Plan de Medidas según Indicadores (PMI), el 'semáforo' COVID, que ayer presentó la consejera Sara Alba, es el reglamento que predetermina la adaptación de las sucesivas medidas de prevención y protección colectiva que se estiman necesarias para cada situación en un marco variable en lo epidemiológico y cambiante en la presión que soporta su sistema asistencial. El 'semáforo' objetiva por primera vez las respuestas que se prevén para cada situación. Anuncia las medidas que corresponden a cada peldaño de esta exigente escalera que es la pandemia, que crece en función de la transmisibilidad que es capaz de alcanzar el virus y desciende según la capacidad de la sociedad para prevenir la contagiosidad.

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El Ejecutivo regional habilita el PMI al final de un largo mes de restricciones que han cumplido su objetivo. Los datos que hoy ofrece la ventana de indicadores COVID-19 alimentan la esperanza, aunque no deben en ningún caso desatar euforias. Desde el pasado día 22, los riojanos nos hemos demostrado capaces de plantarle cara al virus, pero lo hemos hecho desde el imperativo de unas normas «duras», como las calificó Sara Alba, e incluso contestadas desde los sectores económicos que se han sentido más damnificados. Pero más allá de la imposición de la norma, el 'semáforo' sugiere una apelación a la responsabilidad individual y a la responsabilidad social. Como 'reglamento' que es, no le oculta la reacción que desencadenará su acción. Pues la respuesta social no es sino la suma de acciones individuales.

La Rioja trabaja con esta nueva herramienta en el mejor momento del, posiblemente, peor momento de la pandemia por el número de víctimas mortales y de contagios acumulados y por el agotamiento social que se extiende como un charco de aceite. Que el 'semáforo' cambie de color no es, como en la calle, cuestión de esperar. La transición del rojo al verde exige una actitud proactiva individual. Se trata de una responsabilidad común que debemos asumir todos por todos.

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