Cuando hoy pienso en los existencialistas franceses, me remito a consideraciones que tienen que ver con la macro y con la microeconomía. Gracias a Dios. Porque en mi juventud (de no ser por la Escuela de Frankfurt) todo me llevaba de su lectura a la ... desesperación, a la locura, a la muerte. Releyendo a Artaud, de triste final, como muchos de ellos, –de nosotros, estaba por decir, extraigo unos versos: «No creo en lo sublime, ni siquiera creo en la poesía, tan solo creo en la necesidad». De Sartre, en sus 'Reflexiones sobre la cuestión judía', recuerdo su axioma: si los judíos no existieran, habría que inventarlos. De la Beauvoir no recuerdo más que naderías.
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Como tantos de nosotros pienso que los niveles de racismo que se generan en una determinada sociedad son vectores del grado de democracia y de respeto a las libertades.
La respuesta a una inmigración, que es necesaria para las sociedades europeas en el actual momento de globalización, con el blindaje de las fronteras, la criminalización de los inmigrantes que se encuentran en situación irregular a causa de la Ley de Extranjería, la explotación laboral, el acoso policial, la islamofobia, la segregación educativa, la presencia de grupos y plataformas políticas de extrema derecha... conforman la realidad del racismo y de la xenofobia actual.
Pero, hete aquí, y vuelvo a la economía, que la globalización ha generado imperios económicos de nuevo tipo elaborando sus propias estrategias, de tal manera que ha deslocalizado sus puntos de producción, desplazando los capitales a la velocidad de la luz, invirtiendo de un extremo a otro del planeta, sin reconocer fronteras, ni Estados, ni culturas, burlando las soberanías nacionales, indiferentes a las consecuencias sociales de estos movimientos especulativos, donde las monedas quedan en tal Estado que arruinan países enteros de la noche a la mañana (he leído el estudio de Albiñana Ferris al respecto).
Mas los mecanismos en razón de las migraciones no responden a los mismos parámetros. Las reglas del juego se convierten en inversamente proporcionales y así como se preconiza la libre circulación de bienes, se exorciza la libre circulación de personas y el tratamiento de Ias peticiones de asilo. En este caso, los organismos rectores de la globalización, a través de los Estados, ponen coto a las necesarias condiciones para cumplir con unas mínimas exigencias en función de la llamada globalización financiera.
Volviendo a Artaud y a la necesidad como criterio, la inmigración no es sólo el resultado de una opción individual de sujetos que buscan un mejor acomodo de supervivencia.
Es de señalar la opinión de quienes sostienen que es importante acercar los hechos migratorios a las políticas que los auspician. Así, los países altamente desarrollados, importadores de mano de obra, establecen relaciones con los países de emigración y crean, a su vez, las condiciones que convierten a la emigración en una necesidad de supervivencia.
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Por otra parte, el sistema globalizador y su revolución tecnológica elige los flujos migratorios entre los expertos especializados, ignorando las consecuencias de esas políticas para los países de origen, generando cada vez más pobreza en la generación de trabajadores de baja especialización que conforma el flujo migratorio más abundante.
El Informe del Consejo de Europa sobre el Racismo en España declaraba que en nuestro país hay indicios de un racismo emergente contra determinados grupos de inmigrantes del tercer mundo, especialmente del Magreb (los magrebíes son el grupo de inmigrantes no europeos más importante y el que crece con mayor rapidez). Ciertos grupos de jóvenes (skin heads) cometen actos de violencia de carácter racial sobre todo contra los inmigrantes. Y existen grupos de habitantes de determinados barrios que organizan ocasionalmente manifestaciones racistas como protesta contra la integración o la proximidad de inmigrantes, Y estas manifestaciones, a menudo, degeneran en actos de violencia racista.
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La Comisión europea alaba la ejemplaridad del Nuevo Código Penal español que castiga todo tipo de actos racistas, advirtiendo de que conviene controlar su aplicación y eficacia, o bien creando un órgano especial para combatir el racismo y la intolerancia, o bien reforzando los poderes del Defensor del Pueblo en este ámbito.
Con todo, nos parece interesante lo que señalaba Jean Daniel recientemente a propósito de otro problema bien distinto, el de Oriente Medio. Hay que hacer lo imposible por proporcionar las mejores condiciones de acogida, pero el problema de fondo lo tienen que aprender a resolver ellos mismos. Porque el paternalismo es siempre un proceso de normalización autoritaria de conductas.
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