Viviendo en Madrid, llevo unos días en los que bastantes compañeros de trabajo y amigos me preguntan por San Mateo. Me alegra saber que nuestras fiestas despiertan curiosidad más allá de nuestras fronteras, que la gente de otras regiones se sabe cuándo son y que, ... además, las vinculan en seguida con la vendimia. Eso sí, si yo fuera el pobre de San Bernabé estaría celoso, porque todos se equivocan al interpretar que Mateo es el patrón de Logroño.
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Es curioso que así como otros santos están íntimamente relacionados con la actividad a festejar en su día (por ejemplo, San Isidro Labrador), en el caso de San Mateo no se conoce que tuviera la más mínima vinculación con la vendimia o con el vino a lo largo de su vida. Su nombre original era Leví y nació y vivió en Cafarnaúm, una próspera ciudad comercial a orillas del mar de Galilea, en lo que entonces era Judea. Allí trabajaba como recaudador de impuestos para los romanos, rodeado de lujos y riquezas, hasta que Jesucristo le llamó para que abandonara esa vida y se convirtiera en uno de sus doce apóstoles. A muchos esta decisión no les agradó, porque su fama entre los judíos no era precisamente buena por su trabajo. A partir de este momento, Cristo le cambió su nombre por el de Mateo, que en hebreo significa 'regalo de Dios'.
Tras la muerte de Jesús, se dedicó a predicar su palabra tanto en Palestina como en regiones cercanas, a la vez que escribía su famoso evangelio. Sus últimos años los pasó en Etiopía, donde se le atribuye algún milagro. Y es allí donde murió, decapitado a filo de espada mientras celebraba una misa. Es por esto que se le suele representar en cuadros y estatuas con una espada, además de con una bolsa de dinero o un tablero de contar por su antigua profesión. Sus restos llegaron en el año 954 a Salerno (Italia), donde permanecen en la actualidad. Allí goza de gran devoción y, además, aquí sí, es el patrón de la ciudad.
Pero de vino ni rastro. Ni siquiera de una vida cercana a lo que diríamos que es nuestra idiosincrasia riojana. Se sabe, por ejemplo, que fue muy austero en su dieta, no comía carne y se alimentaba de hierbas, raíces y semillas. Resulta curioso también que este santo al que tanto jolgorio dedicamos en Logroño es patrón de gente tan poco animada como banqueros, contables y, por supuesto, inspectores de Hacienda.
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Entonces, ¿por qué celebramos San Mateo vinculándolo a la vendimia? Pues no tiene nada que ver con su trayectoria vital, sino simplemente con una cuestión de fechas. Al menos desde el siglo XII, Logroño celebraba en septiembre una feria anual, cada vez más próspera, y ya en el siglo XIX la reina Isabel II estableció que esta se celebrara el 21 de septiembre, festividad de San Mateo. Entonces aún no estaba vinculada al vino, porque era una celebración popular en torno a esa feria. Esta vinculación se produjo en 1956, cuando se decidió que estas fiestas estuvieran dedicadas específicamente a la vendimia.
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