Querido Luis Alegre

Fuiste mi primer jefe, cuando yo era un joven casi recién salido de la facultad de Periodismo. Me diste la oportunidad de empezar a trabajar en la comunicación política, a la que he seguido dedicado desde entonces. Aprendí de ti muchas cosas, pero sobre todo la pasión por afrontar con entusiasmo y agallas lo que en cada momento tuvieras entre manos. Y seguí aprendiendo de ti cuando nuestros caminos se separaron, porque nunca dejaste de estar a mi lado, alegrándote por cada uno de mis logros.

Toda tu vida la entregaste a la política. Fuiste un servidor público con mayúsculas, dedicado en cuerpo y alma a tu tierra. Concejal en Alfaro, diputado autonómico, diputado nacional, consejero de Obras Públicas, consejero de Presidencia y Administraciones Públicas y, finalmente, consejero de Educación y Cultura. Y si hubieras querido, bien lo sabes, habrías llegado a ser presidente. Una larga hoja de servicios que te hicieron merecedor del respeto de los riojanos. Y también de su cariño, fuera cual fuera su ideología, algo que hoy es casi una utopía entre la clase política. Y lo hiciste porque, por encima de todo, eras buena persona, que es la mejor cualidad que se puede tener en la vida.

Recuerdo los días que tenías consejo de gobierno. Desde la Consejería de Educación, en el edificio de Chapiteles de Portales, hasta la sede de Presidencia en El Espolón, no se tardaba más de cinco minutos andando. Pero tú insistías en salir con más de media hora de antelación, porque sabías que en ese corto trayecto varias personas se iban a parar a hablar contigo y no querías dar plantón a nadie. Tu despacho siempre estaba abierto para recibir a todo el mundo y tu agenda, que gestionaba nuestra querida Marieli, iba siempre hasta arriba de reuniones, visitas, inauguraciones y viajes a pueblos.

Sé que tu familia sigue acordándose mucho de ti. Yo también. Sobre todo, porque creo que La Rioja te debe un reconocimiento que aún no te ha dado. Y hablo no solo desde el cariño, sino con el convencimiento de que la contribución que hiciste a esta tierra bien lo merece, aunque solo fuera porque a tu tesón debemos que los monasterios de San Millán de la Cogolla fueran declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, sin duda el mayor logro cultural conseguido hasta el momento para nuestra tierra. Pero habría cientos de motivos más.

En fin, querido Luis, de nuevo mil gracias por todo. Me encantaría poder ver algún día, espero que no muy lejano, que dedican tu nombre a una calle o a uno de los muchos colegios o institutos que pusiste en marcha. Sería una bonita forma de que todos los riojanos siguieran también recordándote.