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Cuando era pequeño, solía pasar los veranos con mis abuelos en un pueblecito al noreste de Burgos. Un lugar idílico, rodeado de bosques, pero con la amenaza a escasos kilómetros de la central nuclear de Garoña. En mi infancia, a finales de los 70, yo ... no entendía nada de eso, a pesar de que solía llevar una chapita que me regalaron mis tías en la que un solecito sonriente decía «Nuclear, no gracias». No fue hasta que llegué a los 14 o 15 años cuando mis amigos y yo empezamos a familiarizarnos con aquel grito de guerra de «Garoña, cierre ya».

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larioja Nuclear, ¿sí gracias?