Las elecciones gallegas han reseteado el panorama político español. Hace un año por estas fechas todo remaba a favor del Partido Popular y así se confirmó con su triunfo en las autonómicas y municipales de mayo. Sin embargo, luego vinieron las generales, en las que ... Pedro Sánchez consiguió lo que parecía imposible: frenar a la derecha y continuar en el gobierno, echando un tremendo jarro de agua fría sobre el PP. Desde entonces, los socialistas vivían un momento dulce. Se acallaron las críticas internas y se reforzó el liderazgo de Sánchez, a la vez que se ponía en duda el de Feijóo. Pero ese momento dulce se ha agriado este domingo, con unos populares que han revalidado heroicamente su mayoría absoluta y con un resultado catastrófico para los socialistas gallegos. La pregunta ahora es: ¿puede trasladarse esto a nivel nacional?

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El PSOE se ha apresurado a decir que no. Pero la política es cuestión de estados de ánimo. Y la sensación ahora es que hemos regresado a la casilla de salida, aquella en la que los socialistas vuelven a aparecer ante la opinión pública como un caballo perdedor. Sánchez era consciente de ello y sabía que estas elecciones eran muy importantes a nivel nacional, entre otras cosas porque podían suponer el fin de Feijóo si el PP no lograba retener Galicia. Pero ahora que eso no ha ocurrido, se le ha vuelto la tortilla, porque el que puede verse comprometido es el propio Sánchez, y más teniendo en cuenta que las perspectivas para las europeas de junio no le son nada favorables.

En este sentido, y por mucho que lo intenten minimizar, Galicia ha abierto una herida a los socialistas. Ya empiezan a escucharse voces internas que piden reconsiderar las cosas, sobre todo con la amnistía y la negociación con los separatistas. Pero no es menos cierto que habrá que ver hasta dónde llegan esas voces y cuál es la profundidad de la herida, porque Sánchez, a pesar de haber perdido casi el todo el poder territorial, mantiene un férreo control sobre el partido y tiene un electorado muy fiel.

Si yo fuera Feijóo, indudablemente esta semana estaría muy contento. Pero, como buen gallego, seguro que él es el primero en no lanzar las campanas al vuelo, porque no sería prudente extrapolar de manera directa lo que ha pasado este domingo al resto de España. Él sabe que el fracaso socialista ha tenido más que ver con la propia crisis de este partido en Galicia (con un problema de liderazgo que dura ya décadas) que con un posible rechazo a Sánchez o a la amnistía. Sabe también que los resultados de Sumar y Podemos se han visto lastrados por el trasvase de votos al BNG, algo que difícilmente ocurriría de igual manera en unas elecciones generales, en las que a buen seguro mejorarían sus expectativas. Y, por último, y quizá lo más importante, sabe también que, en el resto de España, no lo va a tener tan fácil como en Galicia para deshacerse de Vox y fagocitar casi todo su voto.

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