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Prácticamente nadie previó el resultado electoral. Es verdad que había entre los socialistas en los últimos días una sensación de remontada, pero de ahí a pensar en reeditar el gobierno de coalición iba un mundo. Porque la debacle sufrida en las autonómicas, los sondeos, el ... primer debate y las perspectivas de analistas y medios de comunicación lo hacían casi impensable. Pero Sánchez ha demostrado que las campañas (en contra de lo que muchas veces se dice) son decisivas y ha vuelto a resistir.
Y es que la campaña se le iba poniendo cuesta arriba al PP según pasaban los días. Se habla ahora de exceso de optimismo (con un mal manejo de las expectativas) para explicar posibles fallos de estrategia. Pero la realidad es que el PP ha hecho sus deberes en cuanto a su electorado, consiguiendo una destacada subida de escaños. ¿Cuál ha sido entonces el problema? Pensar que en esta partida de ajedrez estaba jugando solo y, sobre todo, ponérselo fácil a Sánchez para movilizar a sus votantes potenciales, que era su única tabla de salvación para evitar que los populares llegaran al poder.
Los socialistas han sabido explotar al máximo los dos talones de Aquiles que ha tenido el PP en esta campaña para conseguir despertar a su electorado. El primero, el debate sobre las mentiras. Hasta llegar a las elecciones, el candidato mentiroso a ojos de buena parte de la opinión pública era Sánchez. Pero durante la campaña los socialistas han conseguido cambiar las tornas y situar como asunto central en los medios y en las redes sociales las mentiras y contradicciones de Feijóo. No sé si al candidato popular le falló la preparación (no llevar bien estudiados los datos) o si lo hizo conscientemente en una estrategia de acoso y derribo a Sánchez. Sea cual sea la razón, la realidad es que, desde el punto de vista estratégico, no había ninguna necesidad de darle esa bala al enemigo, sobre todo cuando el contexto le resultaba tan favorable. Porque esto ha permitido a Sánchez presentarse como víctima, algo que sociológicamente ha movilizado al electorado en su favor.
Y el segundo talón de Aquiles del PP ha sido la relación con Vox, porque ha entrado en el relato del adversario al pasarse buena parte de la campaña diciendo que no querían pactar con ellos, cuando por otro lado se iban conformando gobiernos autonómicos de coalición. Ha sido precisamente esto lo que ha dado la vuelta a los resultados. Porque los socialistas han activado una campaña de voto del miedo, como ya hicieron en 1993 (acuérdense del famoso vídeo del dóberman), situando en la mente de muchos electores la amenaza de que la ultraderecha entrara en el Gobierno. Y esta amenaza ha tenido su efecto en todas las regiones, entre ellas La Rioja, donde PSOE y Sumar han recuperado mucho voto perdido en las autonómicas, pero sobre todo en Cataluña, País Vasco, Madrid o Andalucía, las que más escaños reparten y en la que más movilización de la izquierda se ha producido.
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