Secciones
Servicios
Destacamos
Mi hijo de 12 años me echa la bronca cuando quiero ver el telediario. Me dice que son todo desgracias y que mejor poner alguna serie. Pero hace dos días, viendo las noticias sobre Israel y Palestina, me preguntó: «Papá, ¿en esta guerra quiénes son ... los buenos?».
La inocencia infantil busca resolver los conflictos con la disyuntiva más fácil. Es decir, los buenos y los malos. Pero los adultos deberíamos evitar caer en esta simplificación, y más en un conflicto tan complejo como este.
Asumo que las 500 palabras de esta columna son escasas para reflexionar sobre este asunto. Pero empecemos por el principio. Hamás es una organización terrorista que ha atentado de manera despiadada contra Israel. Una acción condenable sin paliativos. Quienes se han negado a hacerlo me recuerdan a aquellos que, en nuestro país, trataban de justificar en el pasado los atentados de ETA. Un atentado no tiene justificación ninguna, porque ninguna muerte vale la consecución de ningún ideal.
Israel tiene ahora el legítimo derecho a defenderse. Pero el problema es cuando ese derecho se ejerce de manera desproporcionada y acaba afectando a la población civil, violando incluso las convenciones internacionales. Es ahí cuando, ante la opinión pública, Israel puede pasar de víctima a verdugo, algo que debería evitar, porque entre otras cosas es lo que buscan tanto Hamás como quienes le apoyan, que tampoco piensan en la población civil sino en lograr su objetivo de acabar con Israel y, en general, con las sociedades occidentales.
En los años 90, israelíes y palestinos, tras décadas de enfrentamientos, fueron capaces de enterrar el hacha de guerra y firmar la paz. Hoy añoramos esa época, porque lo que pasó después es que los radicales de uno y otro bando se fueron haciendo cada vez más fuertes en sus respectivos territorios, sembrando una cultura de odio entre sus poblaciones que hoy parece insalvable. Los ultras israelíes han promovido la progresiva ocupación de suelo palestino, condenando además a su población a condiciones de vida deplorables con sucesivos bloqueos. Y los radicales palestinos, encabezados por Hamás, han ido ascendiendo su escalada terrorista contra Israel, con ataques cada vez más violentos y sometiendo asimismo a su población a un régimen integrista donde no se respetan los derechos humanos más básicos. Unos y otros, actuando como pirómanos, se han ido retroalimentando, en una espiral que no hemos podido (o no hemos querido) resolver a nivel internacional. Y ahora menos, con un mundo dividido en bloques cada vez más irreconciliables.
Confieso que me costó mucho responder a mi hijo. Pero mientras lo hacía, no dejaba de pensar en esos otros niños de Israel y Palestina que estos días están viviendo los horrores de este conflicto. Y me agarré a la esperanza, casi imposible, de que quienes tienen poder para resolverlo piensen en esos niños antes que en sus propias ideologías, sus fanatismos o sus estrategias geopolíticas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.