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Salvador Illa se ha proclamado vencedor de las elecciones catalanas, con unos resultados excelentes que le permiten acariciar la Presidencia de la Generalitat. No es la primera vez que un partido nacional gana tanto en votos como en escaños (ya lo hizo Arrimadas en 2017 ... con Ciudadanos), pero sí es la primera vez que los independentistas no consiguen mayoría, lo que puede facilitar un gobierno de izquierdas entre PSC, ERC y Comunes.
¿Es posible esta coalición? Lo es, pero siempre que la política catalana consiga dar por cerrada la etapa del procés. Ha habido estos días un gran optimismo en torno a este asunto entre políticos y periodistas. Es verdad que el liderazgo tranquilo de Illa y las políticas de conciliación de Pedro Sánchez, sobre todo la amnistía, han tenido un efecto positivo en Cataluña. Pero se equivocan quienes afirman con rotundidad que estos resultados certifican que el independentismo está en franca decadencia y que, por consiguiente, el procés ha muerto.
Primero, porque ha habido en estos comicios una altísima tasa de abstención, cercana al 43%, y según las primeras investigaciones han sido precisamente los más identificados con el separatismo quienes más se han quedado en casa. De hecho, la desmovilización de este votante ha sido clave en los resultados finales, sobre todo en el descalabro de ERC.
Segundo, porque los dos bloques en los que quedó dividida la sociedad catalana siguen bastante presentes, llegando incluso a perfilar un panorama de partidos con tintes casi esquizofrénicos. Tenemos una formación nacional de izquierdas (PSC) y una independentista de izquierdas (ERC) y lo mismo pasa en la derecha (PP y Junts) y en la extrema izquierda (Comunes y CUP). Ahora, para colmo, la división ha llegado incluso a la extrema derecha, que se veía como un bloque más monolítico en torno a VOX, con la irrupción de Aliança Catalana. Se comprueba, por tanto, que la primera opción de voto de los catalanes sigue siendo apoyo o no apoyo a la independencia y, una vez clara esta postura, se decantan de manera secundaria por izquierda o derecha. La división sigue existiendo y apenas se percibe trasvase de voto entre un bloque y otro.
Y tercero, porque en este contexto cualquier atisbo de posible traición al propio bloque es castigado duramente por el electorado. Es lo que le ha pasado a ERC, que ha sido percibido como 'colaboracionista' con el PSOE, tanto en Cataluña como a nivel nacional, lo que le ha supuesto perder su posición hegemónica entre los separatistas en beneficio de Puigdemont. ¿Qué hacer ahora? Difícil lo tienen. Si apoyan a Illa y apuestan por dar prioridad a un gobierno de izquierdas antes que a uno independentista, acrecentarán su imagen de traidores. Pero si no lo hacen, y hay repetición electoral, tienen riesgo de perder aún más diputados. Un escenario endiablado que, además, acabará por condicionar la política nacional y que demuestra que la herida del procés, aunque esté ahora algo más curada, sigue sin cerrarse en Cataluña.
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