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El jueves noche escuché una rotunda carcajada que desde el corazón de la tierra volteaba el mundo y atronaba más allá de la galaxia. No seamos mentirosos ni bienquedas. Al saberse que Donald Trump era positivo en COVID-19, las risas se oyeron de aquí ... a la China. No somos malvados pero es que la justicia poética es más certera que la justicia ordinaria. A Trump le tocó la china en plena campaña electoral pero él sigue mintiendo. Dice que está mejor que hace veinte años (risas) y que la enfermedad ha sido una bendición de Dios, olvida a los 211.000 compatriotas muertos. ¿De qué se ríe, presidente? Su estupidez y su egoísmo alimentan sus «verdades alternativas», mentiras que aparentan ser ciertas porque queremos creerlas, porque nos conviene aceptarlas, porque nos dan la razón aunque no la tengamos, porque nos halaga el corazón aunque las rechace nuestra mente, porque es más fácil creer falsedades que aceptar dolorosas certezas.
Trump conoce bien la magia del engaño porque él mismo es una gran mentira como acaba de desvelar The New York Times publicando que no pagó impuestos durante 10 años. El año que ganó la presidencia pagó 750 dólares (risas). Él puede parecer un patán pero sabe que la mentira bien apañada alivia a muchos la dura realidad en la que viven y de ahí nace una nueva fe, casi religiosa, en algo que no existe ni está por llegar. Creo lo que quiero creer y arrincono la verdad porque no tiene remedio y además duele. Trump ha sentido su propia fragilidad porque el futuro, también el suyo, pende de un hilo tan débil que todas las predicciones pueden hundirse simplemente porque un parámetro no se ha tenido en cuenta: una nueva peste.
Pero Trump ha logrado mucho éxito y tiene demasiados imitadores entre la clase política mundial. El trumpismo es ya una forma de hacer política que se basa en bravuconadas y eslóganes vacíos que estimulan los impulsos más primarios que todos sentimos ante la complejidad del mundo y necesitamos creer que el héroe (mentiroso) nos va liberar de cuanto nos abruma a diario. El trumpismo cree en la omnipotencia del líder y la democracia, con los controles que lo limitan, estorban los planes de estos superhéroes de pacotilla. Vivimos un tiempo oscuro, casi negro. Trump y sus imitadores triunfan gracias a la resignación y silencio, a la decepción y desánimo de mucha buena gente. Todo tiene su momento, el miedo estimula la sumisión pero la historia demuestra que un día, sin saber por qué, salta una chispa y la docilidad abre paso a la rebeldía. Debiera nuestra clase política estar atenta a ese silencio que hoy se escucha como un presagio de lo que está por venir. Mientras llega ese momento solo deseo que Trump recupere la salud pero pierda la presidencia. La señal de un nuevo tiempo solo llegará cuando él ya no se ría.
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