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Hace tiempo que el mundo rural cede vida a raudales al mundo urbano. Demasiadas generaciones emergentes de otras, enraizadas en pueblos, han ido siendo empujadas fuera de su lugar de origen por el afán familiar de ofrecerles la mejor formación y oportunidades que, era evidente ( ... y lo sabían), serían difíciles de cumplir en el pueblo.
Demasiados años despreciando la importancia de la producción y los productos agrícolas y ganaderos fruto del trabajo en el campo, desdeñando la relevancia del ecosistema forestal y animal, desde el más pequeño como las laboriosas y esenciales abejas hasta la majestuosidad de bosques y corrientes acuíferas, para sostener el entorno natural y una cadena alimentaria sana.
Demasiados años priorizando la labor del intermediario y grandes cadenas versus la del productor rural han comportado la grave desigualdad de ganancias entre unos y otros con un marcado desequilibrio entre el valor del esfuerzo/riesgo del productor frente a la comercialización. Demasiado tiempo practicando políticas de buscar la baratura de productos fuera de la elaboración autóctona en lugar de idear otras que fomentaran los de aquí.
Todo ello deriva en la despoblación rural que asola nuestro país con municipios vacíos otrora poblados, o con algún vecino resistente a costa de una mayor soledad social, falta de escuelas, dotaciones sanitarias, acceso a productos, etc. Deriva también en la crisis de la agricultura que, de nuevo, ha estallado estos días por todo el país con protestas airadas de agricultores y ganaderos mostrando que la situación es límite por no haberse aplicado las medidas necesarias visibles desde hace más de seis décadas, situación que contrasta con la de otros países ricos en las que lo rural y sus productos no están en crisis reflejando las políticas de promoción que les mantienen con buena salud.
No basta con promover entornos bucólicos para vivir, ni que el reciente 'mapa de la mortalidad en España' indique que los pueblos de hasta mil habitantes presentan, en general, una mortalidad más baja que las zonas urbanas. Se trata de vivir allí día a día con las condiciones propias de nuestra época, garantizando el valor y sostenibilidad de la vida profesional en ellos: agricultura, ganadería u otros oficios.
Cuidar la vida rural en España y el valor de los productos que allí se elaboran es una urgente necesidad estratégica y geopolítica para garantizar el abastecimiento de alimentos básicos, cuidar el territorio y procurar el bienestar de sus habitantes, valorando también el consumo de los productos de proximidad. Ningún gran país industrializado lo desatiende, tampoco puede hacerlo el nuestro.
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