En agosto de 1813, el político de Azofra Nicolás Alonso de Tejada elaboró una «representación» para las Cortes de Cádiz que reivindicaba las virtudes de La Rioja para ser provincia. Respetando la ortografía original, hay párrafos impagables:

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«La Rioxa descansa sobre sí misma, sin ... baluartes, sin blasones, sin envidia, sin vanidad y sin algún estímulo sensible que conserve su fuego patriótico... Nada le hace falta; si algo desea es ver peligros y enemigos de su valor para sobrepujarlos y vencerlos. (...) Sólo quiere lo que se la debe de justicia. Quiere la libertad, salir del estado de pupilo y no ser por más tiempo el juguete de la ignorancia y del desprecio de sus antiguos tutores, Navarra, Álava, Burgos y Soria que la circunvalan».

Prosigue Tejada: «Las cordilleras que desde montes de Oca al Aragón ciñen esta Rioxa, dan paso cerca de Haro al magestuoso Ebro, el cual recibe en su seno el Tirón, Hoxa, Naxerilla, Yregua, Cidacos, con otros de menor nombradía, ríos envidiables por la delicada pesca que abrigan en sus ondas y corrientes, y por la abundante y rica variedad de producciones que ofrecen en varios puntos de su tránsito; ayudados de un feliz clima y de la fatiga de sus naturales, aunque desnudos de las obras del arte, como en palmas la planteó naturaleza, para que sola y señera presentase quanto era menester y ostentase su hermosura diciendo a los ojos de quien la mira «soy pequeña, es verdad, pero mis gracias y atavíos naturales, la numerosa población que sustento en pequeñas porciones, la fertilidad de mi suelo, ricos y abundantes pastos ocupados con ganado de toda especie, olivares, viñedos sin cuento, granos y semillas, cañamares, linos, maíces, legumbres, frutas y verduras delicadas, regalada por los vientos, esenta de pestes, poblada de montes y arboledas, sin llanuras estendidas que enojen, presento montichuelos, colinas, oteros, no me faltan minas de hierro; dotada estoy en fin de cuasi todas las gracias que ha menester la especie humana; anhelo por la multiplicación de fábricas, palomares, colmenas, moreras, que unido a la exquisita caza de cielo y tierra, dispenso a mis hijos la necesidad de registrar el oriente y occidente; nada por último falta de parte mía. Dégeme sola el gobierno, restitúyame mi propio nombre y vuelva sus ojos a mi abundancia».

«En una palabra, tengo suelo sano y rico, soy poderosa; estoy grandemente poblada; puedo valer quatro veces más; pero venga mi nombre, pues que soy y debo llamarme probincia».

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