El riojano entre los papas
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Eduardo Martínez Somalo mantuvo un perfil sobrio e íntegro durante su dilatada carrera en lo alto de la jerarquía vaticanaEl cardenal Eduardo Martínez Somalo volverá a La Rioja el próximo fin de semana, cuando la canícula anuncia su máximo apogeo. Cada verano, durante muchos de los últimos años, hasta hace no demasiados, ese viaje formó parte de la agenda informativa del ferragosto riojano. Pero ... este próximo será el último de una de las figuras españolas más influyentes en el ámbito de la Iglesia católica donde lo ha sido casi todo. Incluso durante 17 días, en el ínterin de los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, a modo de pontífice transitorio en lo más alto de la jerarquía vaticana. Regresa a su Baños natal para volver a la tierra en el sentido estricto de la expresión. Vatican News, el portal de información de la Santa Sede, informaba ayer sobre la muerte del «hombre que los papas querían a su lado». Porque tal fue su trayectoria desde que se formó en el 'escuela diplomática' vaticana. Tantas veces le fueron encomendados puestos de responsabilidad lejos de Roma como veces fue requerido, casi con urgencia, para reinstalarse cerca del titular de la Silla de San Pedro. El mismo portal de noticias del Estado Vaticano aludía a su «gran dignidad» y a su «solemne sobriedad» como dos de sus cualidades que, entre otras, le atribuyó el ahora Papa emérito Benedicto XVI cuando, en el 80 cumpleaños del cardenal bañejo este le informó de su renuncia al cargo por límite de edad. Hasta entonces y durante una dilatada carrera, supo navegar con rumbo firme en las no pocas veces procelosas aguas del Vaticano durante una época marcada por algunos escándalos de la élite de la jerarquía católica a los que fue siempre ajeno.
Gustaba de volver cada a año casa para estar con sus hermanas, con sus amigos y para recordar unos orígenes riojanos que nunca olvidó y que siempre exhibió con orgullo, como pueden dar testimonio tantos paisanos a los que recibió en la plaza de San Pedro. Esos viajes a Baños constituían su particular memento mori cristiano, como él mismo relató. El que en las próximas horas le conducirá desde Roma hasta la ermita de la Virgen de los Parrales antes de volver literalmente a la tierra en el lugar donde nació será el último. Deja Roma por última vez un hombre sobrio que atendió con dignidad unas responsabilidades graves y trascendentes. Vere mortuus est.
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