Por si hay que señalar lo obvio, la erupción del volcán de La Palma está ocasionando cientos de tragedias al perder muchas personas, ante sus ojos y para siempre, los hogares donde habitaban y las plantaciones de las que vivían. Y por si fuera necesario ... lamentarlo, vayan por delante mis sinceras condolencias, aunque por fortuna las pérdidas solo sean materiales.

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Dicho esto, hay algo que parecerá una perogrullada, pero que no he visto, leído ni escuchado en la incesante colada informativa y opinante que desde el 19 de septiembre acompaña a la lava en su destructivo camino hacia el mar: en esa isla canaria mucha gente vive y cultiva sus plátanos encima de volcanes activos como el Cumbre Vieja, que ha explotado tres veces en los últimos setenta años. Siempre se critica a las víctimas de riadas que se asentaron en torrenteras secas que ni los más viejos recordaban, pero tratándose de la avalancha de una lava que no cae del cielo, sino que la tienes bajo tus pies esperando su momento, todo son lamentos por la fatalidad y conmiseraciones ante una catástrofe impensable que además no dura horas sino hasta meses.

Y hablando de compasiones, la foto del presidente Sánchez cogiéndole la manita a una pobre palmera desconsolada por haberlo perdido todo resultaría enternecedora si no fuera porque el Caradura Mayor del Reino jamás ha dedicado tal gesto a ninguna víctima del COVID o del terrorismo etarra. Sánchez nunca visitó un hospital o una residencia de ancianos cercanos a la Moncloa donde los infectados morían como chinches, ni ha consolado a los familiares de asesinados por pistoleros que son homenajeados por sus socios parlamentarios bildutarras. Sin embargo, se está volcando en una remota isla a la que ya ha viajado dos veces en una campaña de propaganda destinada a mejorar su imagen. Y es que a la entrada del Zendal lo abuchearían los descontentos con su gestión de la pandemia y en un homenaje a víctimas de ETA lo harían los indignados por conchabarse con sus mentores. Una erupción volcánica, en cambio, es de las pocas cosas malas que pueden afectar a muchos españoles no achacable a la gestión de su Gobierno. ¿O sí?

El 7 de agosto de 1996 una súbita crecida del torrente de Arás, en el Pirineo oscense, arrasó un camping irresponsablemente instalado en su cono de deyección, causando 87 muertos. Era un riesgo conocido que, a río pasado, fue denunciado y juzgado con una sentencia que no condenó al propietario ni a los acampados sino al Estado y al Gobierno aragonés (o sea, a nadie) como responsables y las víctimas fueron indemnizadas (por los contribuyentes). Seguro que en La Palma a nadie se le ocurrirá entablar un proceso judicial semejante, y sin embargo es exactamente lo mismo. O no.

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