Ha sido llamativo en los sistemas bancarios europeos –español incluido– el buen comportamiento que ha mostrado la morosidad en 2020. Que con una caída del 11% del PIB, la morosidad bancaria incluso se redujese ligeramente, fue algo inesperado que se explica por las medidas tomadas en los comienzos de la crisis. Los datos de morosidad publicados la pasada semana por la Autoridad Bancaria Europea correspondientes al primer trimestre de 2021 ponían de manifiesto una evolución muy contenida, aunque ya asomaba un ligero incremento de la morosidad en las entidades más expuestas, por lo que el Banco de España y diversos organismos internacionales han alertado al sistema financiero, que también ha comenzado a adoptar ciertas precauciones. Según datos que hoy publica este periódico, la banca mantiene un 35,8% de los créditos a empresas y un 29,4% a individuales (autónomos sobre todo) en 'vigilancia especial', y es preocupante la situación de los créditos ICO, ya que la morosidad podría llegar al 8,2% en empresas y al 14% en autónomos. La primera consecuencia es que los bancos restringirán sus créditos, lo que obligará a los empresarios a buscar canales de financiación alternativos en los mercados.
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