Hasta hace justo una semana, la UE había anotado treinta episodios tromboembólicos entre los cinco millones de personas inoculadas con la vacuna de AstraZeneca. Leo a un experto en farmacovigilancia que esa cifra (de trombos) en personas vacunadas está dentro de lo esperado y que ... no es mayor que el número que correspondería estadísticamente a la población general. Me tranquiliza el relato y echo cuentas para hallar una ridícula proporción: un trombo por cada 166.666 afortunados vacunados. Pero, como si no tuviéramos urgencias que atender, nos hemos puesto exquisitos y hemos echado el freno a la vacuna, como los alemanes (que se recuerde, España solo llevó la iniciativa en el Mundial de Sudáfrica). Total, solo somos algunos millones de españoles, casi todos los millones de españoles, los que estamos esperando desesperados la vacunación. Servidor, como las infantas, si se ve ofrecido hoy mismo con un jeringazo de AstraZeneca hace ipso facto exhibición de bíceps, de deltoides o de ambos dos. Y que se guste Diego Urdiales con par en todo lo alto si procede.

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