Secciones
Servicios
Destacamos
En plenos ardores de julio, el Financial Times ha desvelado que la princesa Corinna Larsen ha presentado ante la justicia londinense una demanda contra el rey emérito de España. Nunca pensé, cuando en mi infancia leía cuentos de hadas, que los desamores de reyes y ... princesas se escribirían en los periódicos económicos. Claro que en mis cuentos nunca un rey regaló a su enamorada 65 millones de euros. En aquellos cuentos los amores de príncipes y princesas eran eternos y jamás les sentaron mal las perdices que nunca entendí por qué las preferían a los bombones o a las fresas con nata. En aquellos cuentos los reyes eran sabios, prudentes, bondadosos y maravillosos. Cuando no lo eran, a lomos de raudos corceles, llegaban para relevarlos bellos príncipes que amaban la justicia y a sus pueblos.
Cuando años más tarde pasamos de leer cuentos a leer historia conocimos la verdad. Tras aprender la lista de los reyes godos, desde Ataúlfo hasta Rodrigo pasando por Chindasvinto y Recesvinto, que nunca supe lo que hicieron pero sonaban rotundos y por Wamba que siempre creí que nació con zapatillas, nuestros ojos se abrieron a otras hazañas regias. Aprendimos que en Oriente y Occidente, en la tierra de las walquirias o en el fin del mundo, se peleaban y mataban por el poder y las coronas. Ya saben, como en Juego de Tronos. A los reyes la impunidad y el poder les permitían ir de cama en cama, como las abejas de flor en flor, y así nacieron bastardos que fueron reyes y reyes que fueron bastardos. Quienes soñaron en las Cortes de Cádiz que a partir de entonces los reyes españoles serían no solo constitucionales sino ejemplares se equivocaron como la historia demuestra.
Pero volvamos a lo que cuenta el Financial Times. Dice que Corinna Larsen reclama a Juan Carlos I una indemnización por los daños psicológicos y a su reputación a consecuencia del acoso al que la sometió tras su ruptura sentimental. Un año después de que el rey emérito pusiera pies en polvorosa a las tierras lejanas de Oriente, muchas incógnitas siguen sin ser despejadas. Si la examante del rey arrastra daños psicológicos imaginen las toneladas de desengaño que llevan a sus espaldas los millones de españoles que confiaban en la rectitud del monarca. Ni la totalidad de los Presupuestos Generales del Estado es suficiente para indemnizarnos del soponcio, ni para reparar los daños que su comportamiento ha causado a la arquitectura institucional española. Las urgencias de bragueta del rey emérito y sus debilidades amatorias son irrelevantes comparadas con las tramas urdidas para amasar su fortuna. El rey Midas amaba el oro pero la magia de los cuentos lo salvó del desvarío. Juan Carlos I tiene complicado borrar de la memoria colectiva la reprobable actitud de un rey que ha forjado con tesón su poco honorable final.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.