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En 2019, La Rioja abrió el curso escolar un 9 de septiembre. Como es costumbre, las autoridades y responsables del ramo se desplazaron a un centro de la comunidad para formalizar allí ese simbólico pistoletazo de salida y ofrecer la declaración de intenciones anual sobre ... la Educación riojana. Aquél, sin embargo, no fue un estreno más. Concha Andreu había tomado posesión como presidenta pocos días antes tras una feroz negociación con el Podemos de entonces y, una vez consumado el desalojo del PP, enfatizó su intención de tomar un rumbo opuesto al de sus predecesores en el Palacete. Y especialmente en materia educativa, con una apuesta sin ambages por la red pública, la igualdad y la integración, haciendo un reparto equitativo del alumnado por toda la región. Para dejar constancia de que no se trataba de un titular vacuo, Andreu y su equipo eligieron un escenario de reivindicación: las aulas del San Francisco, en Logroño. Estigmatizado históricamente por su fuerte carga de estudiantes de múltiples etnias y nacionalidades, la demanda de plazas llevaba años en niveles ínfimos pese a la contrastada implicación del personal docente. En ese contexto y en una bucólica jornada en la que no faltaron globos de colores, canciones reivindicativas y saludos en diferentes lenguas, Andreu avanzó que su política educativa tendría la forma de una «revolución en positivo». Esta semana se ha oficializado que el San Francisco cerrará como CEIP el próximo curso materializando, eso sí, el compromiso del efímero consejero de Educación, Luis Cacho, en aquel mismo colegio: acabar con los guetos educativos en La Rioja.
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