El gobernador del Banco de España, Pablo Fernández de Cos, anunció ayer en el Congreso que sus previsiones de diciembre incluirán una revisión significativa a la baja del crecimiento para el presente año –un 6,3%–, y también para 2022 –un 5,9%–. A ello ... conducirían la corrección del INE de los resultados del segundo trimestre, los problemas globales de abastecimiento, el incremento de costes y precios derivado en gran medida de la energía, y las incertidumbres asociadas al COVID-19. La ministra de Economía, Nadia Calviño, pareció responder al jarro de agua fría de Fernández de Cos en los mismos términos en los que soslayó la corrección del INE abogando por la utilización de indicadores alternativos al PIB. Argumento al que se sumó ayer el presidente Pedro Sánchez citando nada menos que a Robert Kennedy. Cabe leer entre líneas la preferencia de la ministra y de Moncloa por el 'nivel de actividad económica diaria' como referencia para evaluar el momento y otear el horizonte.

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Desde hace cuatro décadas el PIB está siendo contestado con propuestas que van desde el nivel de felicidad de la población en Bután, el Índice de Coherencia de Políticas para el Desarrollo, o el Índice de Desarrollo Humano. La idea de Calviño trata de atenerse a la medición de la economía real. Pero no es el momento de sortear las malas noticias en el PIB con referencias alternativas que atenúen los problemas, cuando resulta imprescindible valorar y prever el crecimiento según parámetros homologables que permitan comparar, en este caso, la situación en España con su pasado reciente y con las circunstancias que atraviesan los demás países.

Las advertencias de Fernández de Cos van en línea con las revisiones del FMI, la OCDE, Funcas o el servicio de estudios del BBVA. A pesar de lo cual Calviño defendió ayer la validez de las previsiones del Gobierno, de un 6,5% de crecimiento para este año y un 7% para el próximo. La polarización partidaria contribuye a presentar los pronósticos sobre la economía o el empleo como mera expresión de deseos. De forma que todo lo que discuta el obligado optimismo del Gobierno es sospechoso de una intención aviesa. Pero hay algo indiscutible, el optimismo depende del acceso efectivo a los fondos europeos, de la ejecución a tiempo de los proyectos que recaben tales ayudas, de las reformas que las avalen. Y el Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos no está a la altura de tan ineludible reto.

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