Retraso presupuestario
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EDITORIAL ·
El Gobierno debe mostrar ya sus cartas sobre el contenido de las Cuentas y elegir los socios con los que aspira a aprobarlasEl próximo año será el quinto consecutivo que arranque con unos Presupuestos Generales prorrogados, lo que da fe de la profunda inestabilidad política en la que se halla inmerso el país, una circunstancia de todo punto inconveniente en medio de la gestión de una pandemia ... que ha desencadenado la mayor recesión en un siglo. Las Cuentas elaboradas por el último Gobierno del PP, aprobadas en mayo de 2018, se consolidarán así como las más longevas de la historia ante el sorprendente retraso que acumula la tramitación del proyecto. A pesar de que la Constitución estipula que debe ser remitido a las Cortes Generales antes del 30 de septiembre, a estas alturas el Ejecutivo ni siquiera ha presentado la senda de déficit ni el techo de gasto, los pilares sobre los que debe construirse. No es solo que el PSOE y Unidas Podemos carezcan de respaldos suficientes para garantizar su éxito parlamentario, sino que ni siquiera parecen haber alcanzado aún un acuerdo entre ellos sobre su orientación.
Los Presupuestos son la guía básica en la acción de cualquier Gobierno al establecer en cifras sus prioridades, los criterios para la distribución de los recursos y, en consecuencia, su sesgo ideológico. Es legítimo que, dada su precariedad en el Congreso, Pedro Sánchez baraje distintas alternativas para aprobarlos. Pero resulta extraña la falta de concreción en torno a sus líneas básicas, cuando las negociaciones con otros partidos se supone que versan sobre ellas, así como el pulso que libran los dos socios de la coalición acerca de si fiar su futuro a la mayoría de la investidura o explorar una eventual alianza con Ciudadanos. Nada tienen que ver los planteamientos económicos de la formación naranja con los de ERC o EH Bildu, a la que el presidente ha legitimado como una fuerza convencional pese a no haber roto aún amarras con su pasado como brazo político de ETA. Por ello, parece poco realista actuar como si unos y otros fueran cromos intercambiables o como si no existiera la vigilancia de la UE, que tiene en su mano unas ayudas decisivas para que España salga del agujero.
De las Cuentas depende el futuro de la legislatura. Pero, sobre todo, el encauzamiento de una recuperación extremadamente compleja, que aún lo sería más sin ellas. Corresponde al Gobierno y a las fuerzas políticas ponerse manos a la obra con responsabilidad y sin más demoras. El retraso acumulado carece de justificación y es una mala señal ante Bruselas.
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