Concha Andreu anunció ayer que su Gobierno contempla una próxima oferta pública de empleo dirigida al sector sanitario sin parangón en sus condiciones con cuantas hasta ahora se han conocido en La Rioja. Lo hizo apenas una semana después de que se supiese del incierto futuro que le espera a las Urgencias del Servicio Riojano de Salud con el inexplicable proyecto con el que la Consejería planea responder a la carencia de médicos. Una declaración de intenciones que llega con retraso, inexplicablemente tarde porque las carencias de medios humanos del sistema sanitario riojano no son nuevas y, muy al contrario, se remontan tanto en el tiempo que ya han dañado de gravedad su añorada buena salud. Y, además de un efecto de reacción con retardo, el Ejecutivo evidencia una imprevisión que no se corresponde con una cuestión de la enjundia de la sanidad pública. La gestión de la pandemia que con luces y sombras ha firmado la Consejería de Salud no debe servirle de parapeto. Unas condiciones laborales inéditas para atraer médicos pueden ser un buen principio si se actúa con la premura que la situación reclama. Eso y abandonar por inadecuado ese inaudito plan de las 'urgencias móviles'.
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