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La naturaleza ha vuelto a darnos estos días una bofetada severa. Los terremotos anunciaron la tragedia y la convulsión se convirtió en erupción en el paraje de Cumbre Vieja en la isla de La Palma. Las imparables lenguas de lava desfilan inexorablemente ante nuestra mirada ... atónita recordándonos nuestra fragilidad. Con el asombro que produce lo inesperado, contemplamos su avance destructor con desolada resignación. El volcán cobijaba en su interior un dios del inframundo que ha roto el techo y ha salido a nuestro mundo con la fuerza de un demonio enfadado. Cuentan que la primera población evacuada fue El Paraíso, otra travesura del destino. Ahora El Paraíso y las poblaciones colindantes huelen a azufre como todos los infiernos.

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