La Conferencia de Presidentes fue el escenario por el que optó Pedro Sánchez para exponer sus iniciativas para contener el avance sin control del virus y la explosión de contagios. El momento elegido para la adopción de medidas preventivas es a todas luces tardío y ... recuerda punto por punto lo sucedido ante las navidades de 2020. El formato de una reunión telemática a modo de puesta en común no deliberativa y mucho menos resolutiva es también revelador de la renuencia institucional a una cogobernanza anticipatoria frente a la evolución de la pandemia. Las propuestas del jefe del Gobierno, que el Consejo de Ministros trasladará hoy al BOE, y su contraste con distintas solicitudes autonómicas que fueron desatendidas conforman un cuadro desconcertante sobre la situación y los deberes públicos.

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La obligatoriedad del uso de mascarillas en exteriores con gran afluencia de gente resulta tan inapelable como tardía cuando la nueva variante ha alcanzado ya una gran velocidad de transmisión. El calendario previsto para intensificar y acelerar la vacunación pendiente se dilata tanto que no será suficiente para atajar la virulenta expansión del COVID. Eximir del cumplimiento de cuarentenas a contactos estrechos de contagiados puede resultar razonable desde el punto de vista epidemiológico y hasta justo, pero emite una señal de relajación que no puede compensarse solo con mascarillas. Los planes de refuerzo de la atención sanitaria o la comercialización de test hasta ahora profesionales deberían haberse implantado con anterioridad.

Los responsables institucionales se hartan de referirse a la ciencia como fuente última de sus decisiones, pero no cesan de rebajar las indicaciones de los científicos cuando se evidencia la proximidad de una nueva ola. La elusión normativa y la contención de los medios precisos para detectar, aislar y atender los casos de infección dentro de una red sanitaria capaz de atender las demás patologías son las dos caras de una misma actitud. Además, frente a Ómicron se está trasladando un mensaje preocupante al advertir que todos acabaremos contagiados, lo que genera un estado de opinión proclive a la inacción y a la irresponsabilidad. Porque aunque el coronavirus tienda hacia una especie de infección universal, sería un contrasentido demencial someter al sistema al riesgo sanitario de que ello se produzca en el breve plazo de unas cuantas semanas a cambio de disfrutar de las navidades.

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