Una respuesta excepcional
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La «perturbación sin precedentes» que prevé el Banco de España por el coronavirus obliga a apartar la ortodoxia económicaA la vista de los acontecimientos, pocas dudas caben de que el Gobierno se ha visto sorprendido por la magnitud de los efectos del coronavirus sobre la salud pública y la economía. Así lo demuestra su volantazo al decretar el estado de alarma, primero, y ... aprobar un ambicioso plan de choque, después, tras una reacción inicial poco acorde con la ya indiscutible gravedad de la situación. «Con lo que sabemos ahora, el mundo no habría actuado como lo hizo», ha admitido Pedro Sánchez en un atisbo de necesaria autocrítica. No cabe descartar que la respuesta de las instituciones en ambos frentes necesite ser complementada con acciones aún más contundentes.
Resulta esperanzador el amplio consenso cosechado por el arsenal de medidas habilitadas por el Ejecutivo para mantener el pulso de una economía que se enfrenta a una «perturbación sin precedentes», según el Banco de España. Los 200.000 millones que se propone movilizar en actuaciones similares a las que había rechazado apenas unos días antes visualizan el salto entre el impacto «poco significativo» que preveía la vicepresidenta Nadia Calviño la pasada semana y la justificada preocupación con la que Sánchez presentó el plan. Lo peor de la crisis que nos acecha no es ya solo su previsible virulencia, sino su singularidad al depender de un factor tan impredecible como la evolución de una pandemia que ataca a todo el planeta y cuyo combate sanitario obliga a paralizar la actividad, un hecho inédito que conduce a una profunda recesión de la que costará salir.
Lo excepcional del caso obliga a una respuesta excepcional. El control del déficit y de la deuda no puede ser un límite. En medio de una aguda emergencia en la que urge taponar una hemorragia no es momento de aplicar la más estricta ortodoxia, sino de evitar males mayores al enfermo. La flexibilización del Pacto de Estabilidad ofrece margen para ello, aunque no infinito ni sin sacrificios, y no oculta la torpeza de la UE al retrasar una respuesta conjunta. Los Presupuestos de «reconstrucción nacional» anunciados por Sánchez para cuando acabe la crisis sanitaria habrán de revisar las líneas maestras y prioridades de la actual política económica para adecuarlas a la nueva situación. Una oposición responsable debería anteponer los intereses del país a los partidistas y estar dispuesta a sellar con el Gobierno acuerdos sensatos en favor del fomento de la actividad, el empleo, la inversión y el consumo sin dejar a nadie por el camino.
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