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El acuerdo alcanzado ayer por Pedro Sánchez y António Costa con los socios comunitarios en el marco del Consejo Europeo, por el cual la UE permitirá a España y Portugal adoptar medidas propias y temporales para 'topar' el precio del gas y abaratar, con ello, ... la factura eléctrica, no colma las aspiraciones del presidente español, pero constituye sin duda un respiro en las cuitas provocadas por la desbocada inflación. El reconocimiento de la «excepcionalidad ibérica» derivada de la muy limitada interconexión energética de la Península –a cambio de que la contención de los costes sea coyuntural y no distorsione el mercado– flexibiliza la respuesta común a los estragos de la guerra y conjuga la unidad en la reacción con su adecuación a las singulares circunstancias que afronta cada aliado. Pero los precedentes bajo los que llegaba a su cita el Consejo y el trabajoso pacto evidencian los escollos a los que sigue enfrentándose, incluso en un trance bélico como este, la fijación de una estrategia compartida en materia de energía en la UE. En una semana muy complicada, Sánchez tiene razones para mostrarse satisfecho. Pero haría mal el presidente en solazarse en un parcheo que alivia pero no zanja todas las penurias de un contexto crítico.

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