El respeto a las instituciones preyslerianas
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La Preysler chica ha vuelto con Íñigo Onieva al tiempo que la Preysler grande (de edad, que no de talla) abandona a Vargas LlosaSecciones
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A LA ÚLTIMA ·
La Preysler chica ha vuelto con Íñigo Onieva al tiempo que la Preysler grande (de edad, que no de talla) abandona a Vargas LlosaEl refrán «De tal palo, tal astilla» no siempre se cumple: acaba de fallecer el hijo de Paco Martínez Soria, que era monje cisterciense de Poblet. Es curioso que ambos entregaran sus vidas a dioses distintos; uno al de la comedia, el otro al católico.
En cambio, hay otras sagas que adoran al mismo dios, uno y trino a la vez por revistero, porcelánico y exclusivo: la Preysler chica ha vuelto con Íñigo Onieva al tiempo que la Preysler grande (de edad, que no de talla) abandona a Vargas Llosa. La hija cierra el año y la madre lo abre, como los anuncios de antes y después de las campanadas. Son el Rondel Oro, Rondel Verde de las Navidades pasadas. Y estas idas y venidas, estas rupturas y reconciliaciones, hacen humanas a las divinas y felices a los mortales, necesitados de melodramas ajenos porque ya están hartos de los propios.
Ningún experto en Preyslerío Comparado ni en Tamarología Actual podría haber acertado los últimos movimientos de las ínclitas, porque estas señoras, requetepijas de pinta y parla pero inconformistas de corazón, se lían la manta de cashmere a la cabeza en cuanto tienen ocasión, dando un giro loco y epatando vivo al personal: mientras que Isabel dimite como novia añosa de un premio Nobel más añoso aún, Tamara le da una nueva oportunidad al chulángano de Onieva, sin importarle defraudar a todos los que la recibieron al grito de ¡Santa Súbita! por mandarlo a zurrir mierdas con un látigo. Las Preysler pueden hacer lo que les dé la gana porque, como instituciones patrias que son, constituyen su propio poder ejecutivo, legislativo y judicial. En Villa Meona reside la verdadera gobernanza de este país. Ojalá entrar alguna vez. Pero por la puerta, no por la fuerza.
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