Endosar a las víctimas la culpa última del daño que les ha sido infligido, eximir de toda responsabilidad a sus verdaderos causantes y justificar las tropelías de estos últimos con burdas manipulaciones es un despreciable comportamiento propio del fanatismo más cerril. A esa categoría corresponde ... la ignominiosa respuesta del Gobierno iraní al ataque perpetrado contra el escritor Salman Rushdie, que retrata la verdadera naturaleza del régimen teocrático. Después de que la prensa oficial glorificara al joven que apuñaló al autor de 'Los versos satánicos', Teherán fue ayer un paso más allá al defender que «solo Rushdie y sus partidarios» merecen ser acusados «e incluso condenados» por el atentado por «insultar los asuntos sagrados del islam y haber cruzado las líneas rojas de más de 1.500 millones de musulmanes». Las mezquinas palabras del portavoz del Ministerio de Exteriores, Naser Kanani, confirman la ausencia de límites morales que caracteriza al integrismo, así como que Irán da por vigente la condena a muerte contra el novelista dictada en 1989 por el ayatola Jomeini por el supuesto carácter blasfemo de su obra. Nada tranquilizador cuando se trata de una potencia nuclear.
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