El anuncio, primero, por el fiscal general de Irán de la supresión de la temida Policía moral del país y la falta de confirmación, después, por el régimen de los ayatolás de la sorprendente medida invita a tomarse con cautela un paso que, de acreditarse, ... certificará que el Gobierno de Teherán se ha hecho consciente de la severidad de la ola de protestas que le interpelan desde hace tres meses. Unas movilizaciones insólitas desatadas a raíz de la muerte de la joven Masha Amini, atribuida a las fuerzas policiales que velan por la adecuación de las costumbres a las políticas gubernamentales tras haberla detenido por llevar mal colocado el velo. La represión sobre Amini ha desembocado en más represión para tratar de contener un malestar social que ha traspasado fronteras en defensa de la libertad de las iraníes como símbolo de la libertad universal. No hay moral de convivencia admisible si se impone por la fuerza y si excluye, margina y persigue a aquellos colectivos ciudadanos cuyos derechos se consideran menos valiosos, menos sujetos a protección o, simplemente, inexistentes. El compromiso real o no con lo anunciado por el fiscal general determinará hasta dónde alcanza el legado de Masha Amini.
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