Hemos sido engañados. Hubo un momento en el que el relato político nos hizo creer que ganar 1.000 euros al mes era suficiente para entrar a esa difusa categoría de clase media.También había cierto consenso en que una familia que ingresara 100.000 ... euros al año (más de 7.000 brutos al mes) no era, precisamente, clase media. Ellos también lo pensaban, pero les acaban de dar el disgusto de su vida: ahora son clase media. Afortunadamente no todo son disgustos. Para que no acaben mendigando en el metro o en los bancos de alimentos, ya hay quien se ha dado cuenta de su precariedad y podrán ser perceptores de algunas ayudas públicas: las becas educativas. No saben a qué precio están los colegios de La Moraleja. Peor que la sandía.

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La presidenta de Madrid se ha convertido en la Teresa de Calcuta de cayetanos, pocholos y borjamaris. Lo ha hecho con uno de esos discursos que provocan fracturas neuronales para dar luz verde a que, por ejemplo, una familia de tres miembros que ingrese 107.739 euros anuales tenga derecho a beca. «Veo sorprendente que puedas cambiar de sexo o abortar al margen de tus padres y que, sin embargo, no puedas optar a becas en bachillerato o FP si tus padres tienen un nivel adquisitivo u otro, y que tu esfuerzo no cuente». Más allá de lo retorcido del argumento, ni siquiera se molestó en saber qué criterios se siguen para conceder una beca. O igual lo sabía, lo que es peor.

Cuca Gamarra no tardó en alinearse con Ayuso provocando más esguinces neuronales al mezclar becas para ricos con la libertad de elección de centro, que de tanto utilizarla corre el riesgo de perder su esencia: lo mismo vale para reclamar la ampliación de un concierto que para las becas para ricos.

Cada día que pasa parece que estamos más cerca del anhelado pacto educativo de Estado. Para acabar con la educación, por supuesto.

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