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Fin de la guerra. Las huestes oconistas se baten en retirada, y sobre el campo de batalla, como suele ocurrir, queda solo el vencedor. Todo el poder para Andreu.

Francisco Ocón hace, como casi siempre, lo más inteligente que puede hacer para sí mismo y ... para su partido: en carnes ajenas (y populares) pudo escarmentar la legislatura pasada lo que supone echarle un pulso a tu propio partido cuando el rival está en el Gobierno. Ni con el apoyo de Madrid (que Ocón no tiene) es fácil. Sin él es suicida.

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