Será por este año idiota que llevamos a la espalda, o por los que llevo yo ya a la mía, que me he dado cuenta de que casi todo empieza a parecerme una tontería. O a ocasionarme una especie de aburrimiento preventivo, que es peor, ... empezando por los gastrobares y terminando por las recomendaciones de las revistas de moda para apostar por el brilli-brilli de día. Hasta me da igual que alguien haya ido a un restaurante nuevo antes que yo. Eso cuando abrían restaurantes, claro, que ahora solo se cierran.

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Durante estos siete meses pandémicos, tan largos que parecen siete años terrestres, una se ha refugiado en lo seguro, y ha vuelto a los libros y a las películas donde ha sido feliz, como cuando de pequeña le decías a tu madre cada noche que te contara siempre el mismo cuento antes de dormir. Y, para lo nuevo (antes tan deseosa, tan ávida de lo último, tan periférica que solo deseaba estar en el epicentro de algo, de lo que fuera), la mayor parte de las veces sólo te fías de los que nunca te han decepcionado. A pesar de ello, no sé si el remontaje que ha hecho Coppola de «El Padrino III» cambiando el principio y en el final es una buena o una mala noticia. Volver a verla será como regresar a casa y que alguien te haya cambiado los muebles de sitio: tres semanas después, aún seguirás haciendo el gesto de dejar una taza de café sobre una mesita que ya no está a la derecha del sofá. Puestos a remontar y a remasterizar, Coppola podría cambiar la yuxtaposición de los planos de 2020, a ver si conseguía convertir una tragedia en una comedia. Aunque, con la racha que llevamos, lo mismo le sale la segunda parte de «Apocalypse Now». Total, ya nos hemos acostumbrado al olor a napalm por la mañana.

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