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Recientes los ecos que ha dejado la fiesta nacional, constatadas las desgracias que nos han ocurrido en los últimos meses, escuchadas las intervenciones parlamentarias, examinadas las negativas previsiones de organismos internacionales, vistas las tasas de pobreza y oídos los gritos vacíos de argumentos podemos concluir ... que en este país no tenemos remedio. Si cuando el barco zozobra y puede irse a pique preferimos insultarnos entre nosotros es que estamos locos, nos están volviendo locos o ambas cosas al mismo tiempo. Los buitres sobrevuelan vestidos de palomas y cantan como jilgueros para que confundamos la música que suena bien a nuestros oídos con el remedio para salvarnos.
Quienes creían que esta pandemia iba a sacar lo mejor de nosotros hace tiempo que lo olvidaron. Ha aflorado gente maravillosa que convive son gente irresponsable. Gente que cumple con su obligación junto a gente que la ignora. Gente generosa junto a egoístas redomados. El sueño de que la clase política iba a asumir la desgracia de esta peste como un reto para fortalecer nuestras instituciones ha sido destruido. Solo nos han regalado decepciones. Es difícil creer en la bondad de sus intenciones cuando solo vemos crecer la mala hierba. Resulta agotador separar el trigo de la paja, buscar con objetividad entre la basura de cuanto se dice, de cuanto se oculta y de cuanto se miente.
Estos días se escuchan cosas sorprendentes. Se acusa al Gobierno de España de todos los males imaginables. No hay duda de sus errores entre tanta incertidumbre, pero se están diciendo cosas difícilmente digeribles. Se le acusa de querer implantar un sistema totalitario, de «estar rabioso» y actuar bajo «el yugo del despotismo», de haber cerrado Madrid «a punta de pistola», de querer secuestrar la libertad... Todo esto cuando crece el número de infectados en toda España, menos en algunas comunidades que han tomado medidas a las que Madrid se resiste. La OMS y la Unión Europea urgen normas drásticas contra la pandemia. Alemania, Portugal, Irlanda... incluso Reino Unido endurecen sus medidas y Francia impone el toque de queda en París. Si estas teorías enloquecidas que se escuchan estos días fueran ciertas, pronto en toda Europa se instalará un sistema totalitario que asombraría a Hitler, Stalin e incluso al virus.
Antes de la pandemia, hace ocho meses que parecen ocho siglos, se hablaba mucho de la España vacía, parecía el reto del futuro. Seguramente tan buenas intenciones también eran mentira. Hoy vivimos en la España llena. Llena de mentiras, plagada de irresponsables, repleta de inmaduros políticos y de cerebros huecos. A España la están llenando de odio y de intolerancia, nada más peligroso ni más alejado del espíritu constitucional. Como en Amanece que no es poco, este sindiós no hay quien lo aguante.
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