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La política catalana, nucleada en torno al 'procés' en la última década, ha ido operando como una trituradora de siglas, alianzas y dirigentes institucionales y partidarios. Esta renovación sostenida y forzosa ha sido antes fruto de las circunstancias, los intereses y las presiones del momento ... que el resultado de una voluntad de encauzar de manera viable el contencioso entre la Cataluña independentista y el Estado constitucional. Los últimos movimientos han hecho emerger las figuras del president Aragonès, el socialista Illa, la soberanista de Junts Laura Borràs y, ahora, el nuevo referente de Òmnium, Xavier Antich. Los relevos han reajustado los tortuosos equilibrios en el secesionismo, con Aragonès determinado en afianzar su liderazgo al frente del Govern y de la ERC en la que cohabita con Junqueras y ante el resto del ecosistema separatista; al tiempo que han devuelto a los socialistas a la vanguardia de la oposición. Pero lo que está en juego sobrepasa los márgenes partidarios cuando lo que continúa pendiente es el zurcido de la convivencia entre los catalanes y la asunción por el independentismo –con el papel espectral de Puigdemont en el trasfondo– de la legalidad estatutaria y constitucional.

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