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Podemos inicia hoy una nueva etapa de la mano de Ione Belarra. La ministra de Asuntos Sociales, a falta del pronunciamiento de las bases, fue la elegida por Pablo Iglesias para afrontar un camino lleno de interrogantes sobre el futuro de una formación que llegó a la política con la intención de «asaltar» los cielos del poder y que ahora corre el riesgo de pasar a la irrelevancia. A la cuarta Asamblea Ciudadana de Podemos –Vistalegre IV, que esta vez tiene lugar en el auditorio Paco de Lucía en Alcorcón– no acudirá Iglesias, el fundador y gran promotor de la marca, lo que ya de por sí supone un cambio trascendental. Los partidos populistas, con potentes líderes mediáticos, tienen serias dificultades para reemplazar a sus élites, y más en este caso en que la envergadura de Iglesias, para lo bueno y para lo malo, está fuera de dudas. 139.000 inscritos podrán votar telemáticamente en primarias para elegir al nuevo secretario general y a los miembros del Consejo de Coordinación.
Belarra está a una distancia política de Iglesias perfectamente descriptible aunque su presencia en el Gobierno, tras la salida de Iglesias de la vicepresidencia, le haya dado una insólita visibilidad. De hecho, ya ha manifestado la intención de construir un Podemos más coral y feminizado, que apueste por reforzar las alianzas en los territorios y el crecimiento de la militancia, en contacto con los movimientos sociales y con el objetivo último de hacer de Yolanda Díaz la próxima inquilina de la Moncloa. Es significativo que Belarra vaya seguida de cinco mujeres en su lista y, pese a que todo indica que no habrá continuismo en las formas –empezando porque ya son parte de unas instituciones contra las que cargaron con dureza hasta estar en ellas–, sí en las ideas.
Yolanda Díaz, bien valorada por la opinión pública, también fue señalada por Iglesias como candidata a la presidencia del Gobierno. Con la particularidad de que Díaz no pertenece a Podemos –es miembro del PCE– aunque sí a la coalición. Además, Díaz ha tenido serios problemas con Podemos, organización que considera excesivamente vertical y en la que, a su juicio, Iglesias era un icono de «personalidad insustituible». Así las cosas, será difícil conciliar el liderazgo de Belarra con los altos designios reservados a Díaz, en un marco de extraña bicefalia en el que la vicepresidenta no forma parte de las estructuras del principal partido que la respalda. La duda es si Podemos será capaz de sobrevivir a la defección de su fundador, si la reinvención del partido dará nuevos frutos.
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