El regalazo (Un cuento de Navidad)
EL BISTURÍ ·
Secciones
Servicios
Destacamos
EL BISTURÍ ·
Hubo una vez un reino cuyo rey no gobernaba pero en cuyo gobierno reinaba la división y cuyos súbditos, según la leyenda negra de los reinos vecinos, solo pensaban en liberarse del castigo divino de currar para irse de fiesta, de viaje, de compras, de ... cena, de estadio o de romería, de puente a la casa rural o a la playa y en apalancarse en una terraza donde, entre sorbo de birra y bocado de fritanga, ponerse al día en miserias y desgracias del prójimo local, certificar lo mal que está todo pero especialmente la sanidad y la economía, abominar de los impresentables que nos gobiernan y concluir que todo es una vergüenza, salvo lo que haga o deje de hacer el encargado de proclamarlo a mascarilla descolgada con el asentimiento unánime del corrillo.
La vida seguía su marcha en aquella sociedad tan privilegiada como descontenta, cuando la desgracia se abatió sobre ella en forma de bichito tan pequeño que en un milímetro caben mil. Con rapidez y virulencia desconocidas, el germen de la desolación se extendió por el reino sembrando enfermedad, muerte y ruina. Los más viejos y vulnerables cayeron como chinches, los hospitales se colapsaron, importantes sectores económicos se hundieron y se multiplicaron los arruinados, desempleados y pobres de solemnidad, mientras el gobierno del reino, presa de colectivismo trasnochado, se dedicaba a cosas como demonizar la actividad privada en general y sanitaria en particular, acusándola de pretender hacer un negocio indecente, con eslóganes como «la sanidad no se vende».
Indefenso y desolado, el pueblo ya se resignaba a su inevitable perdición cuando hete aquí que, por Navidad, varias empresas privadas lograron la proeza científica de poner a su disposición la vacuna salvífica en tan solo nueve meses. Aunque no eran entes estatales (en cuyo caso el bichito acabaría con el reino antes que éste con el bichito), sino nefandas compañías mercantiles que generaban obscenos beneficios para seguir invirtiendo cada año en investigación más que el reino en un siglo («que inventen ellos»), el gobierno se apresuró a adquirir millones de vacunas demostrando que, efectivamente, la sanidad no se vende, se compra, y sacando pecho propagandístico como si las hubiesen fabricado ellos.
Los súbditos debieron celebrar la llegada de una vacuna contra la enfermedad del bichito tan eficaz, segura y encima gratuita como el mejor regalo navideño imaginable, pero como en aquel reino «son necios todos los que lo parecen y la mitad de los que no» (Gracián), muchos no quisieron vacunarse o prefirieron esperar a ver cómo les iba los vacunados, así que, mutatis mutandis, el bichito tan contento.
Y colorín colorado, este cuento no se ha acabado. Feliz Inmunavidad a todos los sensatos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.