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Estamos a 6 de octubre y Pedro Sánchez sigue sin cerrar un acuerdo presupuestario que le garantice amarrar la legislatura. España suma, por tanto, dos años largos gestionada por las cuentas públicas de Cristóbal Montoro, es decir del PP. Un detalle menor.
Otro aspecto en ... el que el país se mantiene aún bajo los criterios de los gabinetes populares: la reforma del mercado laboral. El Gobierno cada día dice una cosa: un día pacta con Bildu la derogación y a las horas cambia de criterio, por lo que el tema está demasiado manoseado. Debe dejar de marear la perdiz. No lo digo yo. Lo advirtió hace unos días alguien que lleva militando en el PSOE cuarenta años: el secretario general de UGT.
Hay que reconocer que al amparo de esta reforma, que no hizo sino profundizar la ya aprobada por Rodríguez Zapatero –por cierto, hábilmente obviada por la izquierda–, se articularon los ERTE. Y gracias a ellos, millones de empresarios y de trabajadores se libraron del rejón de muerte del COVID. Ahora bien, ambas regulaciones tenían como objetivo responder a los parados sin tocar las condiciones de los que sí ya tenían un empleo. Sin embargo, los derechos sociales y económicos han retrocedido.
Por eso, y al igual que Pepe Álvarez, muchos españoles permanecen a la espera de que Sánchez decida si contrarreforma. Y si lo va hacer, hasta dónde se implicará. Nos encontramos ante una brutal crisis, pero esta no debe ser excusa para postergar más una revisión imprescindible.
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