Redeando

La semana pasada se hizo popular un tipo que intentó comer sin pagar en un local con la excusa de que iba a sacar el bar en sus redes, lo que auguraba como una gran promoción. La empleada del local no aceptó el tongo y el 'influencer' reaccionó airadamente entre aspavientos y amenazas. Las plataformas, cada vez más pendientes de estos abusos, clausuraron las cuentas del supuesto prescriptor y a otra cosa.

Un par de días después lo que se hizo viral fue un vídeo privado de una ministra finlandesa que alguien había filtrado con ánimo de dañar su imagen. En este caso, el delito de la nórdica era salir divirtiéndose, bailando con sus amigos, tras haber (confesado por ella misma al ver el revuelo) tomado unas copas. El escándalo de este vídeo forzó a la protagonista del vídeo incluso a ofrecerse para someterse a una prueba de drogas para salvaguardar su honor. De locos.

Es tremendo que una simple juerga de amigos (sin ningún interés público) acabe bajo el inflexible escrutinio social porque alguno quisiera hacer la gracia.

Lo más preocupante de estas dos anécdotas es que el acceso a estos vídeos es fácil y universal, no cuesta encontrarlos. Por eso, se complica evitar que los más vulnerables, los menores, estén expuestos a contenido como este, de dudoso gusto. Y más aún, que la parte creativa, valiente y sugerente de las redes, que la hay y mucha, queda empañada y silenciada por la verborrea digital de supuestos prescriptores de opinión. Y eso sí que es una auténtica pena.