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Un mundo postrado por la devastadora persistencia del coronavirus suma a la doble crisis sanitaria y económica global la incertidumbre que envuelve la recta final de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Horas antes de la cita del próximo martes, crucial para la primera potencia ... y para el conjunto del planeta, las incógnitas son muchas y no es la menor el arrollador empuje de un voto anticipado que supera ya los 80 millones de papeletas y augura la mayor participación en un siglo en una convocatoria para elegir al inquilino de la Casa Blanca. Una cifra asombrosa en términos absolutos y lamentablemente producto de un doble miedo: a que el empuje del COVID-19, muy dañino estas semanas en el centro y oeste, convierta los locales de votación en un foco de contagios y a que las maniobras de los sectores más conservadores para impedir un sufragio que temen hostil silencie la voz de millones de ciudadanos. El torrencial sufragio temprano se agiganta aún más en términos relativos y ya supone el 60% de la participación total en los comicios de 2016.
Tal afluencia masiva, unida al particular modo de elección del presidente de EE UU –que no es directo, sino a través de delegados en el Colegio Electoral–, puede propiciar que en caso de resultado ajustado, en particular en Estados decisivos como Florida, el final del duelo entre Donald Trump y Joseph Biden se empantane durante días o semanas de litigios judiciales que perturbarían el sistema financiero y tendrían un efecto explosivo en un país que en los últimos cuatro años ha visto agravarse la desigualdad y el racismo primigenios. La América que el candidato a la reelección prometió volver a hacer grande solo puede considerarse hoy más pequeña porque está más dividida que nunca. Y, aunque aún camina poderosa en el mundo, lo hace cada vez más aislada de una comunidad internacional que aspira a salir del pozo del coronavirus o cumplir los compromisos climáticos con EE UU de nuevo a su lado.
Remendar al menos la fractura interna y la necesidad de volver a trabajar con el resto del mundo conforman dos exigencias muy alejadas de la voluntad y el alcance de Trump, al que su esperpéntico mandato, coronado con una más que negligente gestión de la pandemia, debería garantizar un lugar en el rincón más oscuro de la historia. Son enormes retos también para Biden, aunque el más formidable es el más inmediato: alcanzar la presidencia.
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