La revisión a la baja por el Banco de España de sus previsiones para la economía trasluce el desánimo que parece estar apoderándose del conjunto de la sociedad en la lucha contra la pandemia y sus gravísimas consecuencias económicas y sociales. La rebaja en 8 décimas, hasta el 6%, de la expectativa de crecimiento para este año viene de la mano de un primer trimestre que cerraría con un descenso del PIB del 0,4% comparado con el más vigoroso aunque efímero empuje de los tres últimos meses de 2020. La proyección de una recuperación indudable pero menos intensa de lo necesario se duele del impacto de la tercera ola del coronavirus y de la ineficacia de las administraciones, ya no para anticiparse a sus efectos, sino siquiera para salir con decisión a combatirlos. Las noticias desesperanzadoras que acompañan al proceso de vacunación ofrecen un buen ejemplo de cómo se dilapida el gran instrumento que debe impulsar la recuperación de la salud que dé paso a la mayor movilidad de las personas y la actividad económica. Por eso resultaría indiferente que el Gobierno renuncie a adoptar también unos números más realistas si al menos se comprometiera a agilizar la inmunización y la traducción en proyectos de los fondos europeos.
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