Luxemburgo, siete de la mañana. Un amanecer oscuro y muy frío. Nieva. No nos resulta más cálida la sede del Tribunal de las Comunidades Europeas, donde se va a celebrar la vista oral en la que La Rioja va a reclamar un pronunciamiento contra ... la deslealtad fiscal del País vasco.

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Los periodistas y el personal que trabaja en la corte judicial intercambiamos informaciones sobre los últimos datos que llegan desde España. Veinte, treinta, cuarenta... Cada minuto que pasa crece el número de víctimas y los nervios empiezan a cundir. Una de las responsables de prensa exclama aterrorizada que su padre es usuario habitual de los trenes de cercanías. Su compañera la intenta tranquilizar sin éxito. Presa de la congoja sale a la carrera por el pasillo para llamar por teléfono a Madrid.

Son las 9.40 minutos de la mañana. Una voz femenina anuncia la solemne entrada en la sala de los miembros del Tribunal. Todos los letrados intervinientes -Daewoo, Álava, Gobierno Vasco, Comisión Europea, Gobierno de La Rioja...- recuerdan a las víctimas y manifiestan su repulsa.

Termina la vista. En la sala de prensa solo se quedan esta periodista y un colega de un medio nacional escribiendo sus crónicas. La televisión muestra las imágenes de los convoyes convertidos en amasijos de hierros. Sigue la suma. Cien, ciento diez, ciento veinte...

La delegación riojana aterriza en España hacia las ocho de la noche. Nos recoge un coche. El conductor lleva la radio puesta. Silencio. La sangre se hiela al pasar junto a Ifema. Más silencio...

Yo viví así el 11 de marzo del 2011. ¿Y usted? Recordar dónde estábamos, qué hacíamos, para no olvidar. Nunca.

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