La reconstrucción del PP
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Tras sufrir la crisis más grave de su historia, forjar una alternativa sólida en condiciones de alternarse en el poder con el PSOE es una necesidad no solo del partido, sino del sistema democráticoSecciones
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EDITORIAL ·
Tras sufrir la crisis más grave de su historia, forjar una alternativa sólida en condiciones de alternarse en el poder con el PSOE es una necesidad no solo del partido, sino del sistema democráticoEl relevo de Pablo Casado en el congreso extraordinario previsto para el 2 y 3 de abril no resuelve por sí solo la crisis que carcome al PP, la más grave de toda su historia. Pero, dadas las circunstancias, era un paso imprescindible para taponar ... la hemorragia que desangra al partido tras una sucesión de torpezas mayúsculas, incluida una inaudita inmolación ante las cámaras con acusaciones cruzadas de corrupción y espionaje entre sus principales referentes. Al todavía presidente no le quedaba otra opción que hacerse a un lado. El cisma desatado por su temerario pulso con Isabel Díaz Ayuso, que ha perdido sin paliativos de puertas adentro y ante buena parte de la opinión pública pese a las sombras de comportamiento poco ejemplar que el escándalo de las mascarillas proyecta sobre la dirigente madrileña, ha desnudado las carencias de su mandato. Las de un liderazgo bajo cuestión desde hace tiempo, que se ha venido abajo en unas pocas horas tras un monumental error de cálculo que ha conducido a la formación a una voladura fuera de control ante el asombro de sus principales cargos y de una indignada militancia. Su patética soledad tras la desbandada hasta de sus más fieles, en una nueva demostración de los crueles ajustes de cuentas de la política, le impedía desoír el clamor interno para que renuncie al timón de Génova 13 y el unánime acuerdo entre los barones para que le sustituya Alberto Núñez Feijóo.
La junta directiva nacional convocará el cónclave el martes. Que Casado vaya a llegar a él como presidente, aunque desprovisto de poderes efectivos, le ofrece una salida mínimamente honrosa tras haber sido objeto de un ensañamiento desmedido por parte de los suyos a raíz de una generalizada pérdida de confianza que le ha costado asumir. Los acontecimientos han evidenciado una indiscutible falta de pericia –impropia de un líder con sus altas responsabilidades– en el pulso autodestructivo con Díaz Ayuso, que ha desatado un cataclismo en las filas populares. Pero, pese a ello, no deja de resultar llamativo que la insólita acusación de supuestas corruptelas a uno de los grandes activos del PP –bien es cierto que sin aportar pruebas y con sospechas de prácticas intolerables para recabar datos– se haya vuelto contra quien la formula y no contra la baronesa aclamada por las bases a la que va dirigida.
Hace tres años y medio, tras la moción de censura a Mariano Rajoy, Casado se puso al frente de un partido profundamente dividido. El que dejará en el congreso de abril no solo está más roto y en condiciones mucho peores de disputarle el poder a Sánchez, sino mucho más expuesto también a ser desbancado por Vox como gran referente de la derecha. Ese factor, unido a los recelos alimentados por una gestión con rumbo errático y falta de pulso político, explica el pánico interno que le ha fulminado ante las encuestas posteriores al estallido de la crisis que apuntan a una sangría de votos.
El PP está obligado a reconstruirse a partir de una unidad ineludible a la vista del catastrófico balance que le ha deparado el cainismo. Feijóo, cuyo liderazgo no está sujeto hoy a discusión interna, aglutina la autoridad y la experiencia suficientes para pilotar la dura travesía que espera a la organización. Dada su condición sistémica, un PP fuerte capaz de alternarse en el poder con el PSOE es una necesidad no solo para sus dirigentes y militantes, sino para la democracia española. Construir un proyecto sólido en condiciones de alcanzar ese desafío será la responsabilidad de sus futuros dirigentes, a los que la precaria salud del enfermo apenas deja margen para el error.
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