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Goiri, como es conocido en el mundo bancario, ha obtenido su recompensa. Lo ha conseguido tras una travesía en el desierto financiero: reestructuró Bankia, la saneó y, aunque parezca un elemento menor, le devolvió su credibilidad. Lo primero que hizo fue echar a patadas –con ... total cortesía, eso sí– a los tipos que conformaban el consejo. Y en los ocho años siguientes sepultó aquel error ingeniado para intentar tapar el saqueo político de varias cajas de ahorro. Un disparate nacido de la unión de siete entidades (entre ellas, Caja Rioja) con gran peso de lo público y que, después, ya como banco privado y para evitar su descalabro, recibió dinero público a mansalva (24.000 millones) y terminó intervenido por el Estado. José Ignacio Goirigolzarri evitó un naufragio que parecía inevitable, llegó a repartir beneficios a los accionistas y acaba de firmar la fusión con CaixaBank, dando lugar al mayor banco de España, con más de 664.000 millones de euros en activos totales.
Es verdad que el rescate salvó de la ruina a los depositantes. Pero son varias las voces que, tras la fusión con CaixaBank, reclaman la devolución del dineral público a partir, por ejemplo, de los dividendos que reparta la entidad.
El caso es que Goiri estará ahí y no como un mero presidente florero, pues tendrá competencias ejecutivas. Liderará la primera entidad bancaria del país y así, quizás, se sentirá resarcido del oprobio de Francisco González, quien rompió su palabra y le privó de los mandos del BBVA. Ahora pilotará algo más grande.
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